Las fuertes lluvias que no cesan en el Eje Cafetero provocaron la última semana pasada, una creciente del río Risaralda, que inundó por lo menos la mitad de los barrios del municipio de La Virginia, ante la imposibilidad de los organismos de socorro de evacuar con motobombas las aguas que por reflujo emanaban de las alcantarillas.
La tragedia, donde casi el 50% del municipio se inundó, tarjo dificultades adicionales, y es que para rescatar a las personas y sus enseres, se tuvo que recurrir a lanchas para ingresar a los barrios, disponiendo sus autoridades por la magnitud de la emergencia de escuelas y colegios del municipio para albergar a los numerosos damnificados.
La Virginia, es uno más de los 14 municipios que conforman el departamento de Risaralda, territorio de 30 kilómetros cuadrados de área, donde viven y trabajan aproximadamente 30 mil virginianos.
Es el puerto Dulce de Risaralda, bañado por dos importantes ríos, el histórico río Cauca y el Rio Risaralda, que le da su nombre al departamento.
Algunos de los barrios inundados fueron el Alfonso López, San Carlos, El Prado, Expansión Norte, Caimalito 1 y 2, Tangarife 1 y 2, Los Almendros, El Progreso, El Edén, San Fernando, La Guacamaya, El Cebolla.
Pero hagamos un poco de historia. El municipio de La Virginia no vivía una emergencia por inundaciones desde el año 2011, cuando se desbordó el río Cauca, afectando con la inundación 16 barrios y más de 16 mil ciudadanos damnificados.
El clima sólo es parcialmente responsable de un desastre, si en el contexto de la vulnerabilidad y el nivel de exposición al fenómeno son la parte complementaria del riesgo, el cual, al alcanzar niveles críticos, termina materializándose en un impacto negativo. Sin embargo, los conceptos de vulnerabilidad y riesgo son con frecuencia sólo parte de un discurso científico o político, pues no se logra a establecer y/o determinar los niveles de riesgo crítico que debieran llevarnos a actuar preventivamente.
En otras palabras, estos conceptos no han sido bien entendidos, ni mucho menos caracterizados, y por lo tanto, no permiten desarrollar una gestión del riesgo que evite o al menos disminuya la magnitud de los desastres como el presentado en la Virginia.
La reciente inundación es un ejemplo de cómo el riesgo alcanzó niveles críticos sin que se haya actuado en materia de gestión de tal manera que se redujera la magnitud de las crisis que hoy se viven.
Para describir el riesgo de inundaciones se tienen que considerar los dos elementos que lo componen. Por un lado, el peligro de lluvias intensas en la zona alta de Mistrató, y por el otro, el contexto de vulnerabilidad ante dichas lluvias en el recorrido buscando las aguas del rio Cauca.
Lo que se debió considerar, es que la variabilidad natural del clima, puede llevar a periodos de lluvias más intensas que el promedio histórico. Los pronósticos del clima indicaban con meses de anticipación que las lluvias en marzo y abril serían anómalas e intensas generando un peligro y un riesgo crítico para el casco urbano del municipio.
Sin embargo, dichos pronósticos no fueron usados para actuar preventivamente frente al riesgo de inundaciones. El resultado fue la inesperada pero no prevenida inundación.
No basta con saber de la probable ocurrencia de un peligro crítico, como el de las lluvias fuertes en la parte alta de la cordillera: se requiere conocer qué tan vulnerable se es ante tal peligro como para que resulte en un riesgo crítico de inundación.
En la cuenca alta del rio Risaralda, el deterioro ambiental es grave y ha sido un factor de aumento de la vulnerabilidad climática. La gran pérdida de bosques y selvas, los asentamientos irregulares, la sobreexplotación de material de rio, o la limitada capacidad de la CARDER para alertar sobre los peligros climáticos, son algunos de los problemas que han ido en aumento y con ello, han creado un ambiente cada vez más vulnerable ante las lluvias intensas.
El riesgo de inundaciones en la Virginia, en un contexto tan vulnerable como el que existe, se vuelve crítico y requiere de acciones de prevención que incidan en los factores de vulnerabilidad. Desafortunadamente, no existen esquemas de prevención, y solo se mantiene el patrón de respuesta a la emergencia y recuperación del desastre.
No es conveniente “llorar sobre la leche derramada”, y descalificar en tiempos de desastre la actuación de los responsables de la CARDER. Sin embargo, es un buen momento para que los POT y los planes integrales de gestión de riesgo que se aprobaron en el Plan de Desarrollo departamental, consideren no sólo acciones de prevención como el mantenimiento de los jarillones, sino un plan que incluya una verdadera estrategia de usos de información sobre riesgo climático apoyada en el conocimiento científico sólido.
Es tiempo de comenzar a dejar atrás el paradigma naturalista que hoy en día usa al cambio climático para explicar los desastres. Diversos estudios económicos muestran que actuar preventivamente, aun con incertidumbre, es mejor que responder a la emergencia o apostarle a la resiliencia y a la recuperación. Si se invierte un peso en prevención, se ahorran al menos 10 pesos en la recuperación del desastre. El reto es saber cómo manejar el riesgo, lo cual requerirá pasar a otro nivel de toma de decisiones y planeación.
El 2021 será de ingratos recuerdos para el departamento y especialmente para los habitantes de la Virginia, por la covid-19, y la inundación de su municipio. Esperemos que la gestión de riesgo de desastre del departamento y la Carder nos permita dar mejores noticias en el futuro. El clima no es un peligro cuando se aprende a construir sociedades, regiones o sectores menos vulnerables. De allí que la solución para la Virginia, deba incluir la idea del riesgo, para dejar de culpar a la naturaleza de nuestros errores.
Por: Juliana Enciso
Diputada de la Asamblea de Risaralda